Conocer para amar

En Noisy-le-Grand, hemos encontrado una pobreza universal y encontramos un combate universal. Nuestro objetivo principal es hacer reconocer el honor de los más pobres. Para conseguirlo, tenemos medios de acción, de reflexión de capacitación …

Sobre todo debemos tener una gran disponibilidad a los hombres, fundada en una gran disponibilidad al conocimiento. El voluntariado se impuso un trabajo de investigación, que debe hacerle querer al pobre. También se impuso una vida pobre, una comunión, es la única que puede asegurar aquella que une a los voluntarios.

Al inicio de nuestro trabajo al lado de los pobres, no sabíamos que se trataba de un problema universal, de un conjunto de gente, que a través de los países, vive de la misma manera una pobreza, que en todas partes, tiene su origen en las mismas causas profundas, es en Noisy -le- Grand, que hemos descubierto esta universalidad de la pobreza, en la cual siempre encontramos los mismos problemas: hambre, ignorancia, miseria general, desempleo, delincuencia, cárcel, prostitución, desprecio de parte de la vecindad. En esta pobreza, también hemos descubierto la dignidad que comparten todos los pobres y que les da derecho a que sus valores sean reconocidos.

Pues en Noisy -le -Grand, entramos en el combate universal de todos los que, de una u otra manera, se comprometen para hacer retroceder la pobreza. En nuestro trabajo nos juntamos todos los que tienen fe en el hombre; no solamente al hombre como individuo, sino en el hombre inscrito en las estructuras de una comunidad. Es un combate de todos los tiempos y del cual no tenemos que asombrarnos de que todavía sea difícil, mal entendido, aun por las poblaciones de las cuales nos preocupamos. A causa de nuestra fe en el hombre más vulnerable, parecemos a menudo personas idealistas, a quienes escapan las realidades carnales de los pobres y las soluciones inmediatas a brindar a la pobreza. Todos no entienden, que ante todo, tenemos la misión de devolverles el honor.

El objetivo principal de nuestra asociación, es en efecto hacer reconocer el honor de los más pobres y hacer que recuperen su dignidad. Esto no es solamente nuestra preocupación; es la preocupación de toda la sociedad, pero con respecto a ello podemos ser catalizadores. A un nivel más inmediato, nuestra tarea se sitúa al lado de las familias de Noisy -le -Grand, y de La Campa. Esta tarea es posible porque el hombre existe. Es nuestra responsabilidad darle a conocer. ¿Cómo alcanzar este objetivo?

Tenemos varios medios: La acción, la reflexión, la capacitación. No tenemos que manejar estos medios solos; deben ser accesibles a toda persona de buena voluntad, a quien el Voluntariado hace un llamamiento. Pero es cierto que este papel nos toca a nosotros . En cuanto nosotros mismos no lo hagamos, es poco probable que otros lo hagan. Como la sociedad no piensa buscar los medios, para que los pobres puedan tomar conciencia de su honor, que puedan tener voceros y compartir un pensamiento, nos toca a nosotros empezar para que otros sigan. Somos responsables de la creación de un ambiente de paz, de seguridad, y también, de confianza en sí mismas, que podemos darles a las familias al rehusar ciertas cosas, particularmente al rehusar actuando en lugar de la gente.

Ante todo, eso necesita una gran disponibilidad. Debemos ponernos a la disposición de las familias con nuestras posibilidades actuales y futuras. Tenemos que estar disponibles para aprender, estudiar. Compartir lo que hemos recibido, compartir todo lo que pensamos todavía aprender con la gente de los asentamientos, tal vez .No podemos darnos cuenta de lo que eso significa realmente. Para compartir es preciso conocer y tenemos que hacernos disponibles a la gente, haciéndonos disponibles al conocimiento.

Es en relación con este objetivo, de un verdadero conocimiento de los pobres y para demostrar que nuestra acción no era una utopía, que nos inducimos a vestirnos con el corsé del estudio, a crear nuestra oficina de Investigación Social, a pensar nuestra acción de manera seria. Nuestra investigación no se puede quedar a un nivel teórico; porque acabaríamos contentándonos con una «tipología» de los pobres. La ciencia, la investigación, tienen que hacernos amar al pobre en sus motivaciones profundas, en las razones que lo hacen actuar. Debemos amarlo, allí donde se encuentre, al nivel más bajo; allí, donde es lo más difícil amar al hombre. La investigación tiene que permitirnos ir a lo más profundo del hombre abandonado para amarlo. Eso necesita que nos acerquemos a él personalmente; pero también, que sepamos tomar distancia para meditar e intentar comprender sus estancamientos, sus maneras para escaparse, sus incertidumbres, sus tormentos, sus abandonos, para que éstos no se queden como son. No podemos meternos en este camino, sin respetar profundamente a cada persona con la cual nos encontramos, porque el peligro es que caigamos en estereotipos, entonces, los contactos con las familias ya no serán auténticos ni objetivos. Ya no serviremos al hombre, sino dejaremos un problema a resolver y que puede apoderarse de nosotros, y el hombre, será para nosotros un «hombre con problemas», cuando el pobre es un «hombre para amar».

Conocer para amar, eso nos cuestiona acerca de nuestra presencia. Ya recorrió tres etapas el Voluntariado, primero la de una presencia no comprometida. Por lo menos demostró esta, que vivir entre los pobres es posible. Después conocimos aquella presencia, que conlleva cierto compromiso, porque se trata de prestar un servicio preciso: en el colegio de párvulos, en el taller, en el centro femenino, o en el trabajo de relaciones humanas en «La Campa», por fin, descubrimos el compromiso profesional y total, a la vez en el que está comprometida la profesión, pero también la persona entera.

Dentro de esta tercera etapa, empezamos a dar forma a nuestro voluntariado, caracterizado por dos puntos: El primero es el servicio basado sobre aquel principio de «quien pierde gana». El Voluntariado de hoy acepta arriesgar a perderse. El segundo punto, es que el cuerpo funciona como un conjunto, como una entidad en la que el don de uno sólo es significativo y eficaz, en la medida en la que está vinculado con el don de los demás. La pobreza exige esta fórmula de un equipo, de una solidaridad auténtica, que permite a cada uno este don total, que sin embargo, no lo agotará.

Pero un cuerpo para existir, tiene que alimentarse. Puede uno alimentarse de la pobreza? Sí, de verdad, si alcanzamos trascender, cada uno, nuestro trabajo por la reflexión común; si, de verdad, si alcanzamos situarnos en las dimensiones universales de la pobreza y de los que, de una manera u otra, la combaten. Eso representa un esfuerzo particular de consentir, un tiempo de dar, una estructura para aceptar.

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