Cassete del Padre Joseph Wresinski

dirigida al Voluntariado, 8/02/1988

Cassete del Padre Joseph Wresinski Fundador del Movimiento ATD Cuarto Mundo dirigida al Voluntariado desde el hospital Foch el 8 de febrero de 1988

Queridos amigos,

En vísperas de mi operación, incluso teniendo toda la confianza, no puedo dejar de pensar. Así, cuando se está como yo en estos momentos, en manos de los médicos y de las enfermeras, puedo comprender de nuevo lo que viven los pobres en su cotidiano, ellos que viven de la merced, ellos que se ven obligados a tener en cuenta los juicios, los consejos de unos y otros, en lo que concierne a su propia vida. Cuando se está obligado manera a ser dependiente de todo el mundo, es preciso sobre todo pasar desapercibido, no hacerse notar. Es una primera reflexión.

Una segunda cosa que me gustaría deciros, a vosotros, los voluntarios, es que debemos permanecer cerca, muy cerca de las familias. Debemos seguir siendo fieles en nuestro combate familiar. Y esto, no porque seamos gentes de principios, sino porque la familia es nuestra aliada. Es quien nos permitirá realizar la sociedad de derecho que queremos.

Pero tenemos que seguir estando muy, muy cerca, sobre todo de las familias más desfavorecidas. Esto, me veo obligado a recordá roslo, porque siempre tendremos la tentación de apoyarnos sobre los elementos más dinámicos, más valientes, más inteligentes. Por supuesto tenemos que apoyarnos en ellos, pero no podemos dejar que nos aten. No pueden hacer de pantalla entre los más pobres y nosotros. Tenemos que vigilar también para que ellos sean los agentes de derecho, en medio de sus hermanos y de su propio medio social. Si no queremos dejarnos llevar por acciones dispersas, debemos hacernos siempre la misma pregunta: ¿La acción que desarollamos permite a los más desfavorecidos salir de su situación y convertirse en agentes de derecho del hombre?

No hemos de tener miedo de ser valientes, incluso si pensamos (lo que es justo por otra parte) que la población no es capaz de asumir de entrada lo que le presentamos. Esto nos impone simplemente la necesidad de ir por etapas: pero no se va por etapas sin hacer una programación. Tenemos que saber cúal es el objetivo que queremos, y cúales son los medios que vamos a utilizar para alcanzar este objetivo. Ser personas libres, libres en su propia sociedad, agentes de libertad para los otros, supone que transmitamos la cultura que es la nuestra y que vivimos. Que transmitamos todos los conocimientos que sean nuestros, que los compartamos realmente y por tanto que inventemos también los medios para hacerlos compartir, para que las familias los asuman. No somos simplemente personas que aportan ideas y un lenguaje, tenemos que ser personas que aporten la plenitud del hombre, la harmonía del hombre, por tanto personas que aportan el arte, la poesía, y que no sean solamente personas técnicas.

Para ellá, tenemos que impregnarnos a nosotros mismos de aquello que el hombre tiene m s perfeccionado, en música, en pintura… Es preciso poner a las personas en el corazón de la naturaleza, hacer que la amen, que entrevean la maravillosa harmonía de la tierra y del cielo En la medida en que tenemos Fe también tenemos que proyectar a las familias en el mundo invisible, del infinito, de manera que sean ellos mismos miembros, no solamente de una comunidad, de un barrio, sino miembros del universo y actores de libertad.

Esto supone que estemos realmente integrados en el mundo, que amemos al mundo. No podemos introducir a las familias en el mundo del mañana, y en el mundo de hoy, sin que nosotros mismos estemos en él. No se trata de estar ciegos y no ver los defectos de los hombres. Tenemos que acordarnos siempre que todo hombre tiene derecho a nuestra confianza, mientras que no tengamos pruebas en contra. Nos tienen que gustar los debates políticos, los debates filosóficos, nos tienen que gustar los hombres que luchan por sus convicciones. Tenemos que participar en la esperanza de todos los que luchan, sin dejarse engañar. Sin olvidar que tenemos que recordarles sin cesar que el más pobre tiene que ser parte de su combate y de sus reflexiones.

Todo ello no puede conseguirse sin grandes esfuerzos por nuestra parte. Esfuerzos para conocer la población, las familias, conocer su historia, su medio social, sus orígenes, la historia de su vida actual, su día a día. Hemos de querer comulgar profundamente con lo que las familias llevan en lo más profundo de ellas. No solamente de una manera superficial, sino en profundidad. Tenemos los instrumentos que nos hacen falta para ponerlo en marcha, los que tenemos que utilizar: la psicología, la sociología, la economía… Seguro que no tenemos la ciencia infusa. Pero querer hacer hombres libres, es hacerles dueños de los instrumentos de los que se sirven los hombres a través del tiempo para crear un mundo más justo, un mundo más igualitario donde la paz se viva no sólo como un ideal, sino como una realidad entre los unos y los otros, porque los unos y los otros hacen la experiencia cotidiana, siempre renovada y evaluada por el amor entre todos ellos.

Para conocer, tenemos que comprender, escuchar y escribir. Si no somos solamente personas de lectura y de palabra, debemos ser , sin embargo, las personas de la escritura y del conocimiento de las familias. Tenemos que ser las personas de la palabra para que los hombres a los que encontramos se vean arrastrados a luchar por la justicia para los más pobres, para que la justicia sea restablecida de verdad en tierra de miseria. Y además, tenemos que leer muchísimo, formarnos.

También hace falta que nuestro tiempo pertenezca a la gente. Es normal que los trabajadores tengan vacaciones, y es también normal que nosotros tengamos vacaciones. No es normal que seamos reticentes a aprovechar lo que es necesario a los demás para descansar. Sin embargo, nuestro tiempo, es como para los que se aman, nuestro tiempo no nos pertenece. Y si tenemos tiempo para nosotros, es siempre para enriquecernos de manera que podamos enriquecer a los más pobres.

Por tanto, hacer conocer a la gente, instruirnos personalmente, dar nuestro tiempo para aquellos que rezan, ser también nuestra oración. Porque es importante que vivamos un clima de espiritualidad. Cuando hablo de espiritualidad, no hablo de pertenecer a tal o cual religión, aunque es importante tener una fe, sino en un Dios, o al menos, en los hombres. Tenemos la exigencia de crear un clima de espiritualidad porque el espíritu debe habitarnos.

El espíritu es una suerte de sentido del otro, una suerte de comunión con el otro, cuanto más pequeño sea, cuanto más débil sea, para nosotros habrá de ser el más importante, el más grande. Hablar de espiritualidad, nos lleva a lo religioso, a las relaciones con Dios. Se puede decir que es la cuspide de la espiritualidad, es el súmmum, pero tenemos que vivir en todos los casos una espiritualidad entre los hombres, lo que significa una cierta forma de ver a los hombres, de comportarnos con ellos. Igual que nos ponemos en estado de contemplación y de oración con Dios, que intentamos hacer el silencio, intentamos acercarnos lo más posible a Dios, hacer uno con El. Alguien decía: «Yo le advierto y él me advierte». Hemos de tener la espiritualidad de nuestros hermanos. Es decir que tenemos que llegar a vivir de una cierta forma con los demás, que los otros cuenten para nosotros, que nos identifiquemos con ellos, porque son como nosotros. Tienen exactamente el mismo combate, las mismas dificultades, las mismas dudas, las mismas penas, los mismos disgustos y también las mismas esperanzas y las mismas alegrías. Eso es la espiritualidad. Vivimos la espiritualidad si llegamos a depurarnos el espíritu, si llegamos a desprendernos de lo que es secundario para comprometernos con lo que es absolutamente esencial, lo esencial de nosotros mismos, lo esencial del otro, lo esencial del combate, así encontraremos nuestra espiritualidad. La espiritualidad puede también entenderse como la confianza que la fraternidad es la misma base del éxito de todos los combates. Es en la medida en la que los más pobres nos vean realmente unidos, amándonos verdaderamente, cuando nos seguirán.

Son los pobres los que nos reunen. Para los que creen, es Cristo quien se acerca a nosotros cuando nosotros nos acercamos a los pobres. Es Cristo quien habla con nosotros, cuando nosotros hablamos a los pobres. Es El quien siente lo que nosotros sentimos, quien lleva con los pobres el peso de la miseria, del sufrimiento. Es esto a lo que llamo espiritualidad para aquellos que tienen Fe.

Para todos nosotros, creo que podemos decir que lo que nos reune, es el pobre y el más pobre, el que más sufre, el más abandonado. Así mismo, cuando decimos que somos Voluntarios, no es simplemente un estado que aceptamos o una situación que escogemos para estar a merced de los más pobres, para aprender de ellos, a veces con mucho asombro. Cierto, hemos renunciado a la promoción personal, al éxito, pero ser voluntario quiere decir mucho más. Quiere decir que, de los pobres, hemos hecho nuestros hermanos y hermanas. Sus hijos son nuestros hijos. Vivimos en perpetua comunión con ellos. Están presentes con nosotros y en nosotros. Les reconocemos y les contemplamos, en el sentido en que les consideramos como nuestros señores, son nuestra angustia, nuestra pena, nuestra preocupación. La preocupación de su libertad vive permanentemente en nosotros. Nuestra espiritualidad es eso: estar en espíritu, tener nuestro espíritu tomado por la gente, y que todo lo que hagamos, todo lo que digamos, sea una esperanza para ellos. Tengo confianza

Padre Joseph © ATD Cuarto Mundo, Pierrelaye, France

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