Hacer conocer a los más pobres

Réunion Vol., Avril 65 -Écrits et Paroles, tome 1 – P 108 à 115

Cómo hemos sido conducidos a estudiar? Los esfuerzos de aprender de las personas y organizaciones de otros países, el cómo actuan cerca a las familias, ha sido decepcionante. Las familias son mal atendidas, ya que se les conoce mal. Por la tanto la ignorancia es más durable, pues las personas pretenden saber todo de los pobres y sobre todo sus deficiencias. Los pobres y aquellos que quieren venir a ayudar son como dos mundos que no se conocen, que ambos tienen un profundo malestar a encontrarse . Quizá el único rol de un equipo de voluntarios, será el de aportar un conocimiento que permita a unos y otros de ir más alla de sus malestares y decepciones para finalmente comunicarse

… En la historia que juntos hemos comenzado, nos dimos cuenta de inicio que muchos esfuerzos que se han llevado a cabo por ayudar a los más pobres, fracasan. Nosotros mismos que queríamos aprender de otros, hemos buscado ejemplos de acción interesantes de un lado a otro. Queríamos descubrir lo que otros querían hacer, lo que hubieramos podido imitar y nos hubiera permitido obtener logros. Hemos buscado contactos en Inglaterra, Dinamarca, Países Bajos, Alemania, por todo sitio en Francia; con aquellas personas que se preocupaban de las familias que se parecían a las que encontramos. Familias, voy a precisar, reducidas a vivir en barrios de miseria, suburbios, sitios de urgencia, familias acogidas en centros de alojamiento. Este esfuerzo nos ha costado una gran decepción.

Entre la gente que encontrabamos, es cierto que muchas veces hemos encontrado de inicio una euforia sorprendente. En alemania particularmente, la gente parece muy seguros de si, hablan mucho y se muestran optimistas. Sin embargo mirando un poco más de cerca, cavando un poco mas profundo, percibimos que la acción se reducía a muy pocas cosas. En un conjunto de viviendas que reúne cerca de dos mil personas, hemos encontrado una sala bastante pequeña que protege un club modesto con uno o dos responsables… También cuando fuimos hasta el fondo (lo que descubrimos es que la euforia aparente era una suerte de mando. Dado que los proyectos eran subvencionados a menudo por el gobierno, no se podía hacer otra cosa que pretender que todo eso marche muy bien)

Por otro lado, lo que unos y otros nos dijeron, una vez que nos conocimos mejor y que nos hicimos amigos; nos confesaron que también ellos estan profundamente decepcionados: “Nos sentimos mal, muy mal; afirman, muchas veces lo que hacemos, no sirve a nada”. Nosotros queríamos comprender: Por qué lo que hacen no sirve? A menudo la gente no sabía que responder.

Hemos encontrado lo mismo en Inglaterra. Allá encontramos esta organización extraordinaria de Unités britanniques, de servicios a la familia, que llevan a cabo lo que llaman el case-work. Encontramos a familias de quienes se preocupaba el case-work y éstos nos dijeron que seguían a estas familias algunas desde hace diez años ya, sin que ellas, muevan un pulgar. Nosotros hemos encontrado lo mismo, no solamente la vida interior de las familias no cambia, sino también la relación con su entorno no mejoraría más. Lo primero que nos llamó la atención, acompañando a estos trabajadores sociales, eran los vecinos que venían a decirles delante de nosotros: sobre todo liberennos de esas personas que nos fastidian, que son un peso, o intervengan para poner orden. Los del case work, también estaban decepcionados y sofocados. El resultado de nuestra visita en la mayor parte de tiempo era estar decepcionados juntos.

En suma, todos los esfuerzos parecían dirigirse a que las familias se queden en lo mismo, o si se modificaba algo, para que lo hagan de otro manera, más visible, como los trabajadores sociales lo esperaban. Fue eso que le paso al Abbe Pierre. Él esperaba que obteniendo viviendas para los más pobres, sería posible, otro estilo de vida, un nuevo ambiente sociologico, las personas evolucionarían. Él esperaba que se hicieran fraternos entre ellos y que los que a quienes primero se les sirvió, a su vez servirían a los otros. El Abbe Pierre ha tenido que llegar a la misma conclusión desoladora que nosotros, de saber que las familias ayudadas no serían aquellas que ayudarían a las otras, por el contrario! Debió descubrir como nosotros, que muchos de los que recibieron la ayuda se encerraron en un egoísmo obcesivo, en una situación de bienestar, a menudo obtenido en perjuicio de los otros y que ellos no querían más perder. Las familias realojadas , quienes eran a menudo aquellas que habían guardado más fuerzas en reserva, rechazaban categoricamente incluso a reconocerse miembros del grupo de pobres, lo que había sido su refugio, a lo largo de los años de miseria.

El malestar que encontrabamos, en aquellos que trabajaban por los pobres, esos fracasos que forzosamente conducen a un malestar, ya dije, son sentidos también por los pobres. Ellos sienten que cuando venimos cerca a ellos, estamos fastidiados, tenemos como un complejo de inferioridad. Tomo el término de complejo para decir ese sentimiento de inferioridad que nos acecha también a nosotros. En referencia a las familias de Noisy, también a veces sentimos un malestar interior, una suerte de vacilación. Lo mismo que sienten los trabajadores sociales; nunca somos con las familias como somos con los otros.

Ya les cite el ejemplo de esta mujer de Lille. Fui a verla, al iglu donde vivía. En otros dos iglus exactamente como los de aquí, se encontraba en un conjunto de caravanas y de viejas barracas. La mujer me dijo: “vaya padre, usted viene a verme?” le respondí que sí y que eso no era nada extraordinario. Entonces ella me replicó: “sabe usted, que no se ve por aquí muy a menudo a padres” le pregunté: “el padre de la parroquia entonces, no viene a verles?”. Me dijo entonces: “sabe, esos señores no pueden venir por aquí, no ve cómo son las rutas, se ensuciarían los pies y cómo podrían luego hacerse recibir en otro lado?”. Decía eso sin rencor. Hacía comprender que los pobres se dan muy bien cuenta, que cuando vamos hacia ellos, cuando hacemos cualquier cosa por ellos, no es nunca lo mismo que cuando vamos a la casa de los otros. Hay demasiada atención, demasiada delicadeza, demasiadas maneras o no suficientes. Para los pobres no tenemos la misma naturalidad que para los otros.

Recuerdo a algunas mujeres que venían aquí a ocuparse de la gente. Gracias a Dios ellas ya no vienen, sin duda el diablo les ha tomado para otras obras. Ellas tenían aproximadamente unos treinta años y le decían a una madre de familia de cuarenta años o mas “mi pequeña”, “mi pobre mujer” u otros términos aún, que no recuerdo más. Ven ustedes de qué manera, mujeres jovenes se dirigían a mujeres más esperimentadas que ellas: “mis pequeñas”, simplemente porque son pobres y estan aisladas!

Los pobres sienten el malestar, algo que hace notar que no se es de la misma condición, del mismo mundo. Sienten los motivos por los cuales vamos hacia ellos, no son los mismos que nos hacen ir hacia los otros. Sienten que hay ahí un poco del amor de Dios, un poco de amor de justicia, quiza también un poco de piedad; en fin motivos de ese tipo. Pero cuando un patrón recibe un obrero, no lo hace por compasión, ni por amor de Dios ni de la justicia. Lo hace simplemente porque necesita un socio, un trabajador en su taller, para trabajar con él. Para que uno gane su vida y el otro obtenga beneficios. Les doy entonces un solo ejemplo. Pueden imaginarse ustedes muchos otros que las familias encuentran en su vida cotidiana. El alcalde de Noisy, cuando habla de la gente de este campamento, no les hablará de la misma manera que cuando habla con cualquier otro de la comunidad. Y cuando recibe a las familias, no les recibe como a los otros. Es así en la oficina de trabajo y en todos los demás servicios de la comunidad vecina. La gente esta acostumbrada a sentir que no son tratados como los otros, que los motivos , las actitudes no son las mismas.

En conclusión tenemos una dificultad de base, una comunicación dificil, un intercambio dificil, las razones no son simples. La falta de comunicación en buena parte se debe al hecho de que los pobres y aquellos que se les aproximan, no se conocen. Hay entre ellos como una rareza; son extraños los unos a los otros. Esto va más allá que una dificultad de palabras y de lenguaje; es toda la experiencia de vida de uno y otro que es ignorado, entre el “benefactor y el beneficiario” hay una ignorancia mucho más grande que entre la piedra y el canto del agua, que corre en la riviera. La piedra siente la caricia del agua, en la mañana, tarde y noche, pero ignora toda su melodía. Así hay una ignorancia profunda entre los pobres y aquellos que ocupan en ir en su ayuda. No se conocen.

Esta ignorancia se alimenta por el hecho de pensar justamente que lo sabemos todo. Me parece que a veces tenemos una actitud de autodefensa. Debemos legitimar que nosotros no hemos llegamos a nada; a veces pretendemos saberlo todo y lo que sabemos jamás es en honor a los más pobres. Pienso en este hombre, que cuando quería hablarle de las familias, se apresuraba a decirme: “ pero a esa gente, yo la conozco, yo estuve en colonias, yo vi barrios desfavorecidos…”. también es un problema el asistente social que nos dice: “yo conozco todo eso”, es el problema del cura que afirma: “hace cuarenta “años que estoy en la parroquia, conozco bien a esa gente”, y comienza rapidamente a enumerar lo que conoce de ellos: que son perezosos, holgazanes, mentirosos,… de la misma manera que el asistente social sabe de ellos, que son gente que aprovecha de sus servicios.

Cada vez que proponemos ir hacia los más pobres para conocerlos, todo el mundo parece decir que ya les conoce. Es el signo que en realidad, no les conocemos, porque para conocerlos y avanzar en el conocimiento, deberíamos tener una actitud contraria. Nuestra actitud de saberlo todo antes, se basa en las impresiones y en los hechos anecdóticos, esto no puede más que prolongar nuestra ignorancia. Nosotros mismos hemos estado marcados por esta ignorancia general que se encuentra por todo lado, que hemos pensado a veces que nuestro rol aquí es de llevar un conocimiento. Todo esto para lograr que la gente de nuestro alrededor vaya más allá de sus decepciones y sus malestares, y que se restablezca la comunicación. El único deber de nuestro equipo será el de ofrecer un conocimiento que permita restablecer verdaderos intercambios, de ofrecer un conocimiento a aquellos que realmente quieren amar a los más pobres y ayudarles a acceder a una promoción. Es eso y sólo eso, que justifica nuestras investigaciones, nuestros estudios, los sacrificios que nos imponemos en este campo.

No es fácil y ustedes lo saben, para alguien que viene de Suiza, de América o de otro lugar, comprender nuestra preocupación de escribir informes, observar y apuntar. Algunos piensan que hay una especie de estafa hacia los pobres, en querer conocerles a fondo en lo que dicen y piensan. Lo recuerdo a riesgo de despertar ciertos escrupulos, pero creo que el tiempo de esos malentendidos ya ha pasado. No impide que debemos siempre comprender que nuestros estudios e investigaciones sólo se justifican en la medida de nuestra misión, de hacer conocer a los más pobres en el mundo que les rodea. Lamentablemente, no hacemos un acto de ciencia ya que no somos científicos. Intentamos simplemente hacer conocer mejor a los pobres, para que cese la decepción y el malestar y que se logre en fin la comunicación.

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