Qué decir todavía de los hombres?

«Qué decir todavía de los hombres? Un día, luego de una reunión agitada, habíamos decidido juntos, construir un nuevo hogar para las mujeres. «queremos que nuestras mujeres tengan un hogar» decían ellos. De acuerdo, comenzamos mañana por la mañana!. A la maña siguiente, no había nadie para iniciar el trabajo. Era en pleno invierno, en un momento de desempleo generalizado. Por tanto yo he debido, sacar a 50 hombres de sus camas para venir a cavar! Luego hemos comenzado juntos a construir el muro. La mayor parte de esos hombres hacían generalmente trabajos de albañilería y yo miraba la manera como ellos subían las piedras. Yo que era un pobre curita de campo, antiguo pastelero, que sabía casi solamente hacer un moka más o menos recto, veía los muros que se agrietaban por todas partes. Tuve que enseñar a esos hombres como hacer un muro recto, como podíamos servirnos de una plomada.

Todas las mañanas había que volver a buscarles. A medida que continuabamos, comprendía porque ellos no venían. Porque no sabían trabajar. Cuando hablamos de trabajo, todos lo decían «pero nosostros no sabemos trabajar» no podían ejercer una materia. No sabían nisiquiera leer ni escribir. Me encontré delante esta angustia desenfrenada, de hombres que tienen verguenza de sus dos manos y que se les acusaba facilmente de no trabajar, como algunos lo hacen, incluso ahora de una manera completamente injusta y vana a mi parecer.

Cuantas veces se tuvo que deshacer y recomenzar ese hogar de mujeres que hubiera podido levantarse en tres meses y entonces la construcción ha durado siete. No era sin duda una empresa económica, pero fue extraordinaria, ya que cuando se terminó ha quedado como una catedral en el espíritu de la gente. Diez años mas tarde se habla todavía como de una obra maestra.

Por mi parte, al final de mi aprendizaje de pastelería, hice una obra maestra. El primero del departamento e inventé un pastel de chocolate. Por eso, sabía como una obra maestra puede hacer a un hombre. Pero es en el campo de Noisy-Le-Grand que he comprendido, como el trabajo cumplido por algunos hombres, puede hacer decir a todo un pueblo, que es capáz de realizar cualquier cosa. Por primera vez en sus vidas esos 50 hombres que trabajaron conmigo han podido constatar que eran capaces de realizae algo. Eso, jamás habían podido decirselo antes, jamás habían tenido la ocasión.

De adolescente, había podido entrar en el mundo del trabajo, he terminado por comprender a esos hombres. De verlos con los brazos caídos, llenos de buena voluntad, pero completamente incapaces, me dije: para ellos no hay una solución posible, que si nos ponemos a su lado y si decidimos de una vez por todas hacer algo con ellos. Es ahí que me vino la convicción: no se hará nada si no se le empuja y si no se es solidario de este pueblo. Es por ello que hay voluntarios que viven en Noisy Le-Grand y que viven con las familias.

Esos voluntarios que comprenden el hecho de no saber trabajar, de volver de la empresa, del taller, de una obra, como un bulgar peón de nada en absoluto, de encontrarse en la noche delante de sus hijos, de no atreverse a decir a su mujer: «se acabó, mañana, no tengo más trabajo». Sin embargo la mujer ya lo adivinó, sólo por la manera de como volvió su marido, ella sabe lo que pasó, ya lo esperaba. Sabía que eso podía pasar, que tarde o temprano no habría más trabajo. «Es a causa del vecino que me ha denunciado por eso o aquello, del capataz que me tiene ojeriza… es a causa de ese, de aquel… En realidad la mujer no se engaña, y piensa: Mi pobre Paul, es porque con tus manos no sabes hacer nada. Porque nunca te enseñaron a trabajar.

Hace falta voluntarios para comprender un hombre que se siente juzgado delante de su mujer y sus hijos, juzgados delante de aquellos que son lo más querido para él y que no puede soportar siempre esas miradas, esos reproches. Entonces, la cena, esa noche, se terminará en disputa, rabias. Y mañana, será peor, ya que, él habrá bebido luego de haber buscado una plaza de trabajo que no habrá encontrado. Habrá encontrado un compañero que le habrá dicho, escucha Paul, no te rompas la cabeza, ven a beber un vaso. Y en la noche, volverá a su casa, más enojado que nunca, odiando a todo el mundo, entonces será un engranaje de violencia, de disputas que se agrabarán mucho más a causa de la falta de dinero. En la miseria, el ùnico Dios que existe, y que hay que tener a todo precio, es el dinero; si se quiere que mañana los niños coman.

Hace falta gente que comprenda como todo se encadena. He visto un padre trabajar, durante tres meses para intentar tener un fregadero para lavar, una cocina. Iba a buscar por todo lado, en las bodegas, desvanes, por intentar encontrar una vieja alfombra y que los niños tengan la impresión de caminar sobre un tapíz a la moda de Versalles. Una noche a las dos de la madrugada, encontré todo quebrado, aniquilado, como si este hombre hubiera querido en un instante olvidar todo lo que tenía de bien, en su vida, no para hundirse en el mal, sino para que el poco bien parezca como un reproche para decir que no se puede hacer mejor.

He visto una vez a alguien que incendiaba su propio Iglu. Claro que nadie lo supo. Era un Iglu limpio, bien arreglado, sólo hacia falta encontrar cemento para cubrir el piso de tierra. Pero hacía un mes que en vano, el hombre buscaba un trabajo. Una noche el quiso quemar todo eso. Vimos juntos quemarse el Iglu, yo le dije: porque hiciste eso?, él me respondió, no lo sé, no podía protegerlo. No tengo trabajo, no encontraré jamás. Si en ese tiempo alguien hubiera sabido, la policía estaría en sus espaldas, ya que había destruido un Iglu, que nisiquiera le pertenecía.

Todo eso significa algo, pero qué exactamente? Sigo sorprendiendome de todas esas reacciones, Yo que sin embargo he vivido en la miseria. No se comprende pero se sabe que hay que callarse y hacer algo. Si ustedes quieren, es eso la ayuda a todo desvalido: es ese combate permanente por hacer algo con las personas que quedarán siempre incomprendidas, porque lo que tienen en lo profundo de ellos, sólo se descubre luego de muchos años de silencio con ellos, mirar, actuar; mirar hacer; diciendose que todo eso es positivo. Ya que detrás de todos esos gestos, detrás de ese vaso de vino que bebe, detrás de esa violencia que tiene, este hombre no procura evitar algo, sino encontrar algo, algo que le haga mirar de frente a sus hijos y que su mujer pueda tomarle en sus brazos en la noche y decirle: «Escuha Paul, te amo, hemos pasado por cosas difíciles los dos, pero mañana será maravilloso, tu recomenzarás a trabajar».

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