”Formarse en el mundo de los pobres”

Extractos de la reunión de voluntarios, abril 1962. Padre Joseph Wresinski — Ecrits et Paroles aux volontaires

Este texto se ha utilizado en reagrupamientos de voluntarios en relación con la observación de las diferencias culturales cuando se está en un país que no es el propio o para comprender a un compañero voluntario que procede de otra cultura. Hemos situado este desafío en relación con la atención que prestamos a los gestos de las personas que viven la miseria, con esta competencia central del voluntariado y de todos los miembros del Movimiento que es la capacidad de observar bien los hechos, que demasiado a menudo son deformados por los prejuicios.

Bruno Tardieu

Hay que trabajar y reflexionar sobre la manera que tienen los niños de ver a sus padres, o cómo las familias ven a sus hijos, lo que dicen los mismos padres de sus hijos. Si no, aquí estáis perdiendo el tiempo. Os lo digo una vez y os lo repito, si no hacéis esto, perdéis vuestro tiempo. No podéis esperar ayudar a las familias el primer año, ni siquiera el segundo. Sólo podéis esperar ayudarlas dentro de varios años. Necesitáis formaros, por eso estáis aquí, para formaros y nuestras reuniones de las tardes son para eso, para ayudaros a formaros. Más adelante, dentro de unos años, después de que hayáis venido varias veces al Campamento, quizás entonces estéis preparados para trabajar con los pobres. De otra manera no. No sirve para nada. Venir aquí a pasar un mes y después volver a vuestra casa, es como si hubierais pasado vuestras vacaciones al lado del mar. Eso no tiene ningún interés, incluso si después fuerais médicos. Os dirán lo mismo que le dijo un cura a una señora que era médico y que quería servir a la gente de su parroquia obrera. Ni siquiera se trataba de una parroquia muy pobre, pero el cura le dijo: “Señora, usted no es obrera y ya no tiene edad para adaptarse y aprender lo que es el mundo obrero”.

Si este cura consideraba a esta mujer, médico, una persona de experiencia y seria, incapaz de ocuparse del mundo obrero, pensad hasta qué punto vosotros debéis de ser incapaces de ocuparos de los pobres. Jean-Pierre lo sabe muy bien, por eso vuelve todos los años. Igual que Pierre que actualmente se prepara para ser educador. No deja de venir, y vuelve porque sabe que es la única manera de instruirse y ser capaz, más tarde, de ayudar a los pobres. Os recuerdo lo que le dijo ese cura a una persona que durante toda su vida había cuidado enfermos y que tenía además cuatro hijos: “Usted no está formada para la clase obrera”. Vosotros no sois pobres y no estáis formados para el mundo de los pobres. Será muy difícil para vosotros ocuparos de familias tan pobres, antes de haber recibido una formación muy seria. Os digo esto para recordaros que tenemos el deber, todas las tardes, de dedicar media hora a escribir un pequeño informe de nuestra jornada para reflexionar juntos después, sirviéndonos de las observaciones que hayamos elegido del día anterior. Es un deber absoluto, tan importante como el tiempo que pasamos con los niños. Forma parte del trabajo.

Si queréis, esta vez vamos a mirar algo muy sencillo: la manera que tienen los niños de saludar, su buena educación, su apertura, sus reticencias, los muros que levantan a su alrededor. Es importante que observéis a los niños cuando se unen a vosotros o cuando están en la calle, en grupo. El niño, ¿ dice buenos días?, ¿sonríe cuando dice buenos días?, cuando os saluda, ¿os mira?, ¿da la impresión de haber sido acostumbrado por sus padres a prestar atención a las personas?, ¿a distinguir una persona en particular? Cuando los niños llegan, sed muy observadores. ¿Vienen a vosotros?, ¿os dan la mano, os tienden los brazos? ¿Intentan abrazaros? ¿O por el contrario, no hacen ningún gesto, se quedan silenciosos y el buenos días se queda en nada? ¿Quizás incluso evitan miraros? A lo mejor lo hacen adrede, como si no os hubieran visto, ¿o no os ven porque están preocupados?

A veces está claro. Hay niños que rechazan miraros. Porque sois voluntarios, y para colmo Suizos. Un chaval puede decirse: “Yo no saludo a los Suizos, no saludo a los Ingleses” En el Campamento hay chavales que no os saludarán nunca. Por orgullo, por rechazo, porque vosotros sois “de esos voluntarios que, desde el principio del Campamento habéis pasado en gran número”. Los padres los critican por mil razones, buenas o malas, pero sobre todo, quizás porque a pesar de su paso por aquí, y a veces su invasión, las familias siguen estando en la miseria y más impotente que nunca. No saludar es a veces la única manera de mostrar tu orgullo y las esperanzas chafadas demasiadas veces. Sin embargo, si un niño viene hacia vosotros y os saluda, ¿se pone a hablar? ¿Espera a que le preguntéis?, ¿se pega a vosotros, se agarra a vuestra mano, rechaza soltaros? ¿Intenta atraer sobre él toda vuestra atención? Si un niño se pega así a vosotros, a menudo es por que está completamente desconcertado, perdido. Para él, en su universo, algo se ha desmoronado, ha perdido seguridad. Por eso se va a enganchar a alguien, a algo, para no hundirse. Sobre todo no os creáis enseguida que un chaval os estima, confía en vosotros, o incluso os quiere. La realidad es mucho más compleja. Si un niño os abraza, si no os suelta, no es porque os quiera sino por que no le quiere nadie. No es lo mismo, no sois más que su salvavidas momentáneo.

Otro niño, normalmente muy majo, os sorprende un día que está malhumorado, desafiante. Normalmente tiene una gran sonrisa, os mira a los ojos, es franco, directo, claro. Si una mañana aparece por el contrario encerrado en sí mismo, hostil, es que ha pasado algo: ha robado, ha mentido, ha hecho algo que le avergüenza… Un niño así, ¿Os habla abiertamente o solo balbucea algunas palabras entre dientes? Hay tantas cosas pequeñas que anotar, por que os muestran a lo largo del día, el estado de ánimo de cada niño. Hay tantas actitudes, gestos que destacar que son otros tantos signos de lo que viven los críos, que revelan cómo se encuentran por dentro, una situación familiar crucial para ellos. Esto es todo; mañana no hagáis más que mirar esto; mirad eso que parece sólo un detalle, sabiendo que sin embargo, revela toda una educación, todo un universo, y a menudo, un gran sufrimiento del niño. Tendréis que formaros, en ver, en oír y en saber interpretar. Cuando abordamos la miseria, tenemos tendencia a destacar los asuntos importantes. Anotar las cosas pequeñas de la vida cotidiana tiene sin embargo una importancia capital. Por otra parte, para vosotros, una observación tal y como os la proponemos os obliga a prestar atención a vuestra propia manera de saludar, a vuestros modales. Os lleva a rectificar la situación por vuestra parte, como dice el profesor Debuyst, rectificar vuestra conducta como se dice en el ejército. Os veréis obligados a poneros en disposición de saludar, porque pensaréis sin parar en el saludo. En disposición para decir buenos días, porque estaréis pensando en el buenos días.

Estar atentos a los niños del Campamento nos obliga constantemente a tomar conciencia de lo que somos y hacemos nosotros mismos. El otro día me encontré al pequeño Noël por la calle y le pregunté: “Dime Noël, ¿qué es lo que más amas? El chaval me miró y me respondió: “Quiero al buen Dios” “No me cuentes historias, le dije, nunca vas a la iglesia, ni siquiera haces una oración por las noches. Dime lo que amas” Noël me miró indeciso pero no cambió de respuesta: “Quiero al buen Dios”. Esta es tanto la adaptación como la inadaptación de los niños y de sus familias. Aquí vemos todo sobre la educación que dan los padres de Noël a su hijo, la sabiduría de los pobres que le transmiten: “Al cura le tienes que hablar así. Le dices que amas a Dios” Noël lo ha entendido: hay que adaptarse al que tienes delante. Al cura le hablo de Dios. Pero cuando el cura intenta ir más lejos, cuando abandona el papel que le han asignado las familias, la adaptación ya no sirve y todo el mundo se encuentra desamparado. Hay que encontrar otras palabras, mostrarse de otra manera, pero ¿cómo? Ahí comienza la inadaptación, la de las familias, pero también la nuestra.

Extractos de la reunión de voluntarios, abril 1962. Padre Joseph Wresinski — Ecrits et Paroles aux volontaires, páginas 76-80

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