Todas las manos son útiles para transformar la tierra

Foto supra: Joseph Wresinski y Francis Blanchard encuentro de jóvenes OIT – Ginebra 1985©Luc Prisset / ATD Cuarto Mundo / Centro Joseph Wresinski

Ginebra, mayo de 1985

El 27 de mayo de 1985 el padre Joseph Wresinski se dirige a los 1000 jóvenes que ha invitado a Ginebra, a la sede de la Oficina Internacional del Trabajo, donde les recibe su director general, el Sr. Francis Blanchard.

Todas las manos son útiles para transformar la tierra.

¿Quién eres? Soy un ser humano.

¿Dónde vives? Vivo en la tierra.

¿Qué haces? Construyo el mundo.

Tres preguntas que entre jóvenes os habéis hecho con frecuencia. Tres respuestas con las que habéis respondido.

¿Quién eres? Soy un ser humano.

Nosotros, los jóvenes, a pesar de nuestras diferencias étnicas, culturales, de creencias y de clase, tenemos una identidad común, somos jóvenes. Esta juventud unida a partir de lo que los seres humanos atesoran de mayor importancia: el corazón, la inteligencia que intenta entender y la voluntad de construir la amistad y la solidaridad.

Muchas personas hablan de nuestros problemas, nos reducen a los problemas del desempleo, de las drogas, del sexo. Muchas personas creen que nosotros somos un problema, pero no es cierto y no es esta la imagen que tenemos de nosotros mismos. Lo que nos caracteriza son las preguntas que nos hacemos a nosotros mismos y a nuestros mayores.

Una de estas preguntas, la más importante para nosotros, es la siguiente: En este mundo, ¿somos alguien para los demás?

Hoy en día, ¿siguen siendo útiles nuestras manos, nuestra inteligencia y nuestros corazones? Y mañana, ¿seguirán siendo útiles? Se trata de una cuestión crucial para nosotros. Tanto hoy como mañana, la persona débil podrá decir a quien es fuerte, la persona discapacitada le dirá al joven atleta: «No reserves tu fuerza para ti mismo; eres fuerte, ayuda a otras personas a caminar». El corazón decepcionado dirá al corazón alegre: «Dame tu alegría». Aquél que ya no cree podrá decir a la persona optimista: «Me debes tu esperanza».

Además, tenemos otra cuestión en mente: «¿Por qué nos parece que las personas mayores están cansadas, que son pesimistas? ¿Por qué dicen que el mundo está mal hecho?».

Nosotros no lo creemos. Muchas de las personas que estamos aquí ante ustedes hemos conocido desde niños la extrema pobreza. Sin embargo, somos testigos de que el mundo puede progresar si establecemos mutuos lazos de amistad. Si quienes tienen fuerza pueden ofrecérsela a los débiles y si quienes viven en la ignorancia pueden aprender algo de quienes han recibido instrucción.

  • Creemos que la fraternidad nos hace libres, que quienes luchan por la justicia y la verdad pueden convencer, que la humanidad es portadora de una fuerza de transformación inimaginable, que el optimismo otorga al mundo todas las oportunidades de progreso.

Muchos de nosotros llevamos ya tanto tiempo luchando para vivir, ¡que sí!, nos atrevemos a decir que el mundo está bien hecho, a condición de que hagamos un uso adecuado de él.

Por último, una última pregunta nos persigue:

«¿Cómo vamos a ayudarnos mutuamente a convertirnos en mujeres y hombres libres, sinceros, creadores de paz?»

Porque hoy, lo repetimos de nuevo, en Ginebra, en esta tierra que a lo largo de los siglos se ha convertido en tierra de todos los seres humanos: soy un ser humano, somos jóvenes y queremos construirnos como hombres y mujeres libres y sinceros, como personas de paz. Pero solo podemos llevarlo a cabo si quienes saben enseñan a quienes no saben.

¿Dónde vives? Vivo en la tierra

Las y los jóvenes somos ciudadanos como todos los demás. Vivimos en una tierra donde nuestras familias y nuestros antepasados han trabajado duramente. Vivimos en pueblos, ciudades y barrios donde nuestras familias sufrieron y se amaron, asentamientos informales donde se les humilló, terrenos abandonados donde corremos el riesgo de expulsión.

Muchas y muchos de nosotros desde muy pequeños trabajamos para apoyar a nuestra familia y contribuir a su alimentación, pero hoy queremos hacer algo más.

  • En colaboración con aquellos de nosotros que han tenido más oportunidades, mejor atención sanitaria o instrucción, queremos que en esta tierra, gracias a nosotros, todas las personas tengan la oportunidad de vivir y de ser respetados.

Con nuestras familias y todos nuestros mayores queremos que la tierra pueda ser de utilidad para todas las personas, para que todos sean felices. Sabemos que esta tierra es suficiente para que todas las familias puedan vivir con dignidad.

Nosotras y nosotros, que venimos de todas partes del mundo, sabemos que la tierra puede proporcionar alimento, vivienda, atención sanitaria y satisfacción a todas las personas. La experiencia nos ha enseñado que el único problema real de la humanidad es la distribución de los bienes que nos ofrece, de modo que todas las personas puedan beneficiarse de ellos. Nosotros mismos luchamos para que en nuestras familias, en nuestros pueblos y nuestros barrios no se excluya a nadie y para que las personas que consideramos como más insignificantes y quienes tienen menos fuerzas tengan también un lugar.

Conjuntamente hemos empezado a aprender que no somos únicamente de Asia, África, América o Europa, sino que somos ciudadanas y ciudadanos del mundo. Sin embargo, para que todas las personas puedan entenderse y construir la paz necesitamos eliminar las fronteras. Queremos que en esta tierra donde vivimos no haya fronteras: que ni nuestras culturas, ni nuestras etnias, ni nuestras religiones nos separen. Para nosotros, la verdadera cuestión de la humanidad es esta: ¿Cómo lograremos vivir en paz con nuestro prójimo en esta tierra? ¿No ha llegado acaso el momento de podernos mirar a los ojos sin avergonzarnos por nuestras disputas, nuestros rencores y envidias, nuestras mentiras y derramamientos de sangre? ¿No ha llegado el momento de podernos decir, en verdad, nuestra fraternidad?

Queremos eliminar las fronteras porque queremos erradicar la pobreza.

  • Hoy más que nunca, la pobreza es un hecho inaceptable e incomprensible.

Hoy más que nunca, los seres humanos tienen los medios materiales y técnicos para superar la extrema pobreza. Queremos creer que el futuro será una tierra donde todas las personas usarán la robótica, la informática o la ofimática, no para destruirse, sino para destruir la miseria.

Queremos eliminar las fronteras y nosotros mismos ya las estamos eliminando, porque sabemos que son obstáculos que impiden que la tierra proporcione trabajo a todas las personas, que impiden el establecimiento de la paz entre los seres humanos, que les impiden repensar la verdad, vivir la libertad y liberarnos de la opresión y la explotación. Nosotras y nosotros, jóvenes, de ahora en adelante, queremos ser saboteadores de fronteras, queremos ser quienes las eliminen hoy y quienes las hagan desaparecer mañana.

¿Qué haces? Construyo el mundo.

Aun cuando el mundo actual hace inútiles nuestras manos, nuestra inteligencia y nuestros corazones, el trabajo sigue siendo nuestro derecho, un bien de nuestra edad. También tenemos derecho al optimismo, porque somos la juventud de la valentía y la esperanza.

Queremos seguir la labor de nuestros mayores que han abierto surcos, trazado caminos, edificado las paredes de nuestras ciudades y abierto fábricas. Con esa infancia que nació después de nosotros queremos construir un mundo donde todas las personas puedan vivir dignamente, que nunca más pasen hambre o dependan de la asistencia. Queremos poder ofrecer nuestro esfuerzo, nuestro dolor, nuestro sudor. Haremos del mundo un lugar donde nadie se burle de las personas más débiles, donde nadie pueda ser perseguido por no tener la misma piel, la misma religión, el mismo idioma, las mismas sensibilidades, la misma cultura, ni la misma instrucción que las demás.

En el año 2000, en ninguno de nuestros países tiene que haber ni una sola persona analfabeta, ni un solo joven sin profesión. Haremos del mundo entero una escuela, un taller, una universidad de paz y de libertad donde todas las personas puedan aprender a leer y escribir, a pensar y a ejercer una profesión. En este nuevo mundo, cada persona tendrá voz; a esto es a lo que nos comprometemos.

Las personas aquí hoy reunidas ya estamos creando un mundo de solidaridad y fraternidad: en nuestros Clubes del saber, en nuestras Casas de los 100 oficios, donde se escucha y se respeta la palabra de quienes se ven privados de instrucción. Ya estamos creando un mundo donde se escucha la palabra de quienes más humillación y vergüenza experimentan, porque saben cosas que otros ignoran. Porque estas personas conocen el sufrimiento y el miedo, pero también la esperanza, y queremos ser, con ellas, la juventud de la esperanza. Nosotras y nosotros, jóvenes trabajadores de todos los continentes, reunidos ante [la sede de] la Oficina Internacional del Trabajo, a través de nuestra experiencia somos testigos de que podemos llegar a ser hombres y mujeres libres e iguales únicamente si sabemos hablar y si somos escuchados.

  • Nuestro desafío como jóvenes consiste en confiar que nuestras manos son útiles, que nuestro saber es útil, que nuestra solidaridad puede transformar el mundo. El Año Internacional de la Juventud nos empuja a creerlo.

Nuestro anfitrión en la reunión del día de hoy, la OIT, ya no volverá a ser la misma. Sindicatos, empresas, empleadores y Gobiernos ya no podrán ignorar nuestros cuerpos, la habilidad de nuestras manos, nuestro conocimiento práctico, nuestra inteligencia y nuestro corazón. Todas las personas desearán construir con nosotras y nosotros un mundo que deje de imponer fronteras entre quienes construyen riqueza y quienes crean la paz. Un mundo donde ningún ser humano siga sufriendo la exclusión, ningún pueblo el olvido. Todas las personas desearán construir con nosotros un mundo donde por fin todas las manos tengan trabajo. Un mundo donde los cuatro mil millones de cerebros que componen la humanidad estarán a su servicio, al servicio de una nueva tierra donde todas las manos sean útiles, donde todos los conocimientos y todas las esperanzas de las personas sean indispensables. Un mundo donde todas las miradas estén dirigidas hacia el futuro.

Al darnos hoy la bienvenida, Sr. Francis Blanchard, director general, usted mismo alimenta nuestra esperanza en el progreso de la humanidad, una humanidad que asumirá como obligación seguir la iniciativa de los jóvenes en el camino de la participación, del desarrollo y de la paz, tal como la proponen y como la han experimentado.

En cuanto a nosotras y nosotros, mañana de nuevo estaremos con nuestros amigos, nuestros camaradas y nuestras familias, en nuestros asentamientos, en nuestras aldeas y en nuestros pueblos. Vamos a regresar a nuestras casas convencidos aún más que antes de que esta tierra necesita imperativamente hombres y mujeres libres, y nosotras y nosotros lo seremos, hombres y mujeres valientes, fraternos, construyéndonos en la fraternidad. Seremos seres humanos, viviremos en la tierra, construiremos un mundo sin opresión, ese mundo de paz que, desde siempre, la humanidad sueña.

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