Rechazar la separación

El Movimiento ha querido denunciar la existencia de una población marginada. De hecho, trató de obligar a la sociedad a mirarla de otra manera. Porque esto es lo que hizo y desde que existe, en Francia, pero también en otros países, ya no es del todo posible mirar a estas familias de la misma manera que antes. Saben todo lo que se decía antes: “Son casos sociales, es su culpa, les gusta ser así, siempre han sido así y siempre serán así…” Desde que existe el Movimiento, esta población ha entrado en cierto modo en la historia de nuestra sociedad (…). Hoy ya no se puede hablar de ella sin pensar en la historia de nuestra sociedad, sin reflexionar sobre lo que ahora llamamos el malentendido histórico.

El malentendido es que toda una parte de nuestros conciudadanos ha sido mantenida al margen de la historia, sin que el público en general se dé cuenta. Se trata de un malentendido trágico. En todas las sociedades, la historia, en un punto determinado, parece ramificarse. Las personas que tienen algún poder, algunas posibilidades intelectuales, culturales, sociales o políticas, van en una dirección, dejando a aquellas que no pueden ayudarlas o incluso seguirlas a otro destino. A partir de cierto punto, hay una especie de separación que se cristaliza y que hace que una parte de la humanidad esté condenada a continuar, a vivir al margen de los demás.

Es esto, esta ramificación, a lo que el Movimiento quiso poner fin. Quiso obligar a la gente a conocerse, a reconocerse; a reconocer la existencia de estas personas que están apartadas de los demás. ¿Quizás este sea el éxito del Movimiento? Quiso el encuentro, no para ofrecer algún tipo de ayuda, sino para un diálogo en el que la propia sociedad cuestionara su validez.

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